El proyecto se encuentra en Atitlán, a la orilla del lago, dentro de un terreno marcado por un cañón natural que lo divide en dos. El sitio combina la fuerza volcánica de las montañas con la calma del agua, creando un paisaje donde la topografía se convierte en protagonista. Esta condición geográfica no es un obstáculo, sino una oportunidad para dialogar con el relieve y hacer que la arquitectura nazca de él.

​

La casa responde a este entorno fragmentado a través de un diseño que juega con ángulos irregulares, permitiendo generar una clara separación entre los espacios públicos y privados. Esta geometría intencional define recorridos, jerarquías y visuales, mientras que las aperturas se orientan hacia el lago y los volcanes, integrando el paisaje como parte de la experiencia cotidiana. El concepto busca una arquitectura sencilla pero precisa, que resalte el valor del lugar y convierta cada espacio en un punto de encuentro entre naturaleza y habitar.